MANUEL CEPEDA LA MENTE CRIMINAL DETRÁS DE LAS FARC

Como es costumbre, en Colombia los delincuentes terminaron convertidos en víctimas y las víctimas en objeto de burla. El ex senador del Partido Comunista no era el inocente defensor de DD. HH cuya imagen ha vendido la izquierda, las Farc y sus aliados en el establecimiento. No es en vano que las Farc han bautizado con su nombre el sanguinario frente 42, parte del llamado Bloque Oriental, que operó inicialmente en Cundinamarca (operaba desde San Juan de Río Seco, Girardot y La Mesa hasta Facatativá, Madrid y Mosquera), fue prácticamente desmantelado por el Ejército Nacional durante la Operación Libertad Uno, trasladándose al norte del Valle donde se fusionó con la columna urbana Manuel Cepeda Vargas que ya delinquía en ese departamento.

Adelantó también tareas de secuestro, extorsión y narcotráfico en el departamento del Meta como zona de injerencia tenía la Inspección de Jardín de Peñas, jurisdicción del municipio de la Uribe y Mesetas, región selvática y montañosa, siendo uno de los mayores abastecedores de finanzas, producto de sus actividades ilícitas y con lo cual se proveen de material de guerra, intendencia y equipo logístico a las principales estructuras del Bloque Oriental. Recuérdese que, durante el desmantelamiento de esta estructura criminal al mando de Bernardo Mosquera Machado, alias “Negro Antonio”, fueron capturados dirigentes sindicales de Fensuagro muy cercanos a Iván Cepeda Castro, hijo de Manuel Cepeda Vargas. Tales nexos entonces fueron convenientemente ignorados por la Fiscalía, como ha ocurrido con posterioridad a pesar de las abundantes pruebas que han sido desechadas recurriendo a tecnicismos leguleyos.

Manuel Cepeda Vargas fue junto con Gilberto Vieira los mensajeros de Moscú que trajeron la orden de implementar la tesis de la combinación de las formas de lucha y convertir las “autodefensas campesinas” en una fuerza guerrillera para la toma del poder político y la instauración del socialismo; desde 1964 y luego de la derrota en Marquetalia, esas autodefensas pasaron a llamarse Farc; desde el Comité Central del Partido Comunista y su semanario Voz, Cepeda Vargas fue un permanente ideólogo y apologista de la organización criminal, como lo prueban las abundantes columnas y escritos que defienden la vigencia de la lucha armada como expresión superior del movimiento revolucionario; además de las tareas ideológicas, fue el precursor de la diplomacia paralela de las Farc, especialmente en Europa, estableciendo contactos con organizaciones socialistas y “progresistas” en los países bajos, Suecia, Noruega, donde se formaron “centros de estudios” que en realidad eran organizaciones de conseguir financiación y contactos políticos para la narcoguerrilla.

Esa tarea sería posteriormente y por largo tiempo asumida por su hijo Iván en su autoexilio y hay numerosos testimonios que dan cuenta de los festivales, encuentros “culturales” y otros, donde se difundía propaganda de las Farc, se vendían discos con música alusiva a esa organización criminal y otros suvenires; estas organizaciones serían disueltas en Europa a partir de la entrada de las Farc en la lista mundial de organizaciones terroristas.

El 9 de agosto de 1994 fue abatido en Bogotá dentro de la guerra mafiosa que las Farc y el narcotraficante Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, por el robo de un alijo de coca en el departamento del Meta; convertido en mito por el Partido Comunista y sectores del partido liberal que junto a la izquierda hicieron referencia a un inexistente “Plan Golpe de Gracia” que supuestamente tenían los “paramilitares” para asesinar a los miembros del partido político Unión Patriótica UP, creado por las Farc con el auspicio del gobierno nacional en uno de los tantos fallidos intentos de diálogos con esa organización narcoterrorista. Tan fantásticas eran las teorías de la conspiración contra la UP que en el argot popular pronto cobró fama como la “jurasic paranoia” por alusión a los “dinosaurios de la izquierda”.

A partir de esos hechos, los comunistas en cabeza de Iván Cepeda, planearon y desarrollaron una guerra jurídico-política contra el estado colombiano, inventaron un aparato político llamado Movice, junto con grupos de abogados de izquierda como el llamado Colectivo Alvear, para reivindicar a los terroristas, milicianos, apologistas y auxiliadores de las Farc caídos como producto de la violencia que ellos mismos inventaron, presentándolos como luchadores sociales o defensores de DD.HH  y con el concurso de militantes o simpatizantes enquistados en el poder judicial buscaron la deslegitimación del Estado, inventando víctimas como quedó demostrado en el caso Mapiripán y logrando injustas condenas como la proferida contra el señor General Jaime Uscátegui, violando toda norma del debido proceso y el derecho a la defensa a los militares.

Por la muerte de Manuel Cepeda su hijo Iván ha recibido dos jugosas indemnizaciones tasadas en dólares, tanto de la CIDH como de la justicia colombiana, pero Iván Cepeda aún aspira a que estas sean mayores y por ello agita con tanto ahínco la supuesta condición de víctima del ideólogo de la narcoguerrilla. Hoy el Movice y el Colectivo Alvear son los únicos “voceros de las víctimas” reconocidos por el gobierno en el proceso de La Habana pues de allí han sido excluidas totalmente las víctimas de las Farc, por no ser “políticamente correctas” para la paz.

Triste futuro tiene una sociedad que pasivamente acepta que los criminales sean erigidos en víctimas mientras las verdaderas víctimas de los narcoterroristas son condenadas a ser invisibilizadas y silenciadas porque no corresponden a las aspiraciones políticas del presidente de turno y de sus victimarios.

 

 

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